Se ha convertido en una mujer sabia,
que ha encontrado respuestas en su vivir diario.
A pesar de su acochambrada educación,
ha abierto el camino a cientos y miles de posibilidades distintas;
dispuesta a cambiar, a mirarse,
a crecer a través de la consciencia.
Ha temido, ha sufrido, sin embargo, nunca pensó en rendirse.
Sus batallas las ha peleado sin armadura, no lleva alguna;
va por la vida con la ingenuidad y su risa como las mejores armas.
Aquí la llamo mi Madre,
pero supongo que en otro tiempo
fuimos grandes amigas y compañeras de aventuras incontables.
Decir que la amo es decir poco.
Ella es mi guía.
Una luz que permanece encendida hasta en los más grandes apagones.
Su voluntad es férrea y quizás ella misma no lo sepa,
pero las situaciones no doblan su valor,
ni su fuerza para caminar incluso entre el fuego y el dolor.
A veces ella cree que necesita a las personas,
en realidad somos nosotros quienes la necesitamos.