Como la voz del arte soy destino pluma, el camino del ave; frecuencia que sueña, canta, grita, llora, hiere, muere…
Presente se ha mantenido el temor a conectarme, integra, al onírico mundo del arte;
a desconectarme del mundo en donde poco surge sin estimulantes;
donde las personas se ocultan de su propio brillo
y los sueños son las mejores excusas para ser infelices.
Miedo a conectarme al universo vibrante de los sonidos y del movimiento,
dejar que la piel se erice hasta retorcerme sin detener el movimiento,
para permanecer en una danza eterna, atrapada, esclava de la antigua liberación.
Siempre he huido a la locura, pero ella nunca tarda en alcanzarme,
aprovecha minúsculo estímulo para lanzar frente a mis ojos:
imágenes, líneas, palabras, sonidos y movimientos que quiero alcanzar,
que quiero bailar, cantar, escribir, acariciar, sonreír, gozar.
Todo es baile,
todo es poesía al aire,
el lenguaje libre de quien vive en este cuerpo.