¿Cómo no amarte cuando tus puntas rozan el cielo?
Si desmesuradamente gritas todo lo que eres
cuando caminas sobre esa melodía.
¿Cómo no amarte si eres luz en movimiento?
Si eres la canción misma que tu cuerpo envuelve y que,
aunque nunca me ha hablado, desde siempre la entendí.
¿Cómo no amarte con esa transparencia única?
Si bailas con la inocencia de un niño,
pero con la cadencia de un hombre encendido.
Estás ahí postrado tras bambalinas,
escondido en el fondo de ti mismo,
en una profundidad parecida a la del océano…
En un lugar profuso lleno de claridad,
a la espera de que salgan de tus brazos rayos de sol,
y relámpagos encrespados griten a través de tus piernas.
Postura, espalda, alas,
piernas llenas de la belleza que sólo goza el apasionado de la expresión corpórea…
Eterna alumna enamorada de la danza… del maestro.