–Hace tiempo que escribí esto (más de un año), no quise dejarlo olvidado y rezagado a los recuerdos, por eso lo comparto–
Después de haber leído la espléndida novela Frankenstein de Mary W. Shelley, siento el deseo de agradecerle, precisamente a ella, con estas humildes palabras…
Comienzo diciéndote un flamante: ¡GRACIAS! Gracias por tu valentía, tu coraje y el valor para mostrarte presa de tus ideas y permitirte ser arrastrada por el oleaje de tus letras. Por no temer y hacerte libre a través de tu texto. Te agradezco por ser la motivación de alguien como yo, una mujer que desde que recuerda escribe y que, inició un sueño poco consiente pero bien encaminado a ser una gran escritora.
Mientras leía, pude escuchar tu voz con claridad, era suave; una mujer joven iba narrando paso a paso una historia llena de emociones e imágenes propias. Te imaginé viviendo verdaderas atrocidades o hermosos momentos para luego correr a tu cuarto a escribirlos de inmediato, llevada por tus deseos e instintos más profundos.
Puede ser que al final de nuestras historias o la del planeta mismo, de nada valgan nuestros esfuerzos por trascender y nuestra existencia se esfume sin más temporalidad que la de hoy. Pero en vida, disfrutar el magnífico texto que alguien dejó en hojas hace muchos muchos años, se torna suficiente y es motivo de singular satisfacción para el cuerpo, la mente y el alma.