Tengo al tristeza colgada,
marcada en mi espalda.
Mis pasos tiernos
se vislumbran inexistentes.
Qué calma saber que no escucharás.
Suerte mía la carencia de voz en las letras.
Poco sé lo que hablo,
Callo menos y más de lo que quiero.
Mi deseo se apaga,
flama que de a poco se extingue,
se funde con la efímera añoranza
de no ser sólo el devenir de la vida.
Las palabras son mi mayor bendición
y la peor traición, el eco que poco quiero oír.
Contradicción a mi inútil esperanza
de acercarme a decir lo que siento.